El amor, mi querido corazón de hojalata, no es ese deseo que late en una cama blanca, ni el calor suscitado en el vaivén de dos cuerpos; es el latir intenso de un corazón contento; es el aire cuando se torna más denso, por predecir un encuentro; es la sonrisa que brota de una tonada que irrumpe en la mente, de cara a un recuerdo; es ese instante del día, cuando ha llegado la noche y funden su finito encuentro, en un atardecer intenso, que provocará suspiros; el amor es saborear momentos.
Amor, mi querido saltamontes, no es comprometerse a dar, ni pedir sin precio; amor es extender las alas, aceptando la inquietud del viento; amor, es entregarse al mar, sabiendo que es profundo, misterioso, intenso y por demás, inmenso.
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