Los que van al cielo han cumplido su misión y tiempo en tierra. Dichosos quienes en su camino coincidimos, aprendimos y juntos crecimos en cuerpo y espíritu. Aunque la tristeza de ya no verlos nos inunde la mirada, aunque su ausencia en nuestros brazos nos desgarre de hoy en adelante el alma, continuar en el camino es imperativo, con mil consejos en nuestra mente, y mil recuerdos en nuestros sueños, con los ojos del alma siempre suspirando al cielo, en la esperanza de que pronto nos cruzaremos de nuevo, en el siguiente ciclo; y cuando volvamos a vernos, aunque no nos recordemos, se abrazarán nuestras almas.
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